El fútbol, más allá de ser simplemente un deporte, se erige como un fenómeno global que fusiona naciones, emociona corazones y promueve cambios sociales, según Eco Business. En medio del esplendor de los estadios y la apasionada entrega de los aficionados, ha emergido como un instrumento para el desarrollo sostenible.
A pesar de esta noble aspiración, el fútbol enfrenta un dilema que desafía su contribución al desarrollo. Constantemente se preguntan ¿cómo conciliar esta idea con su impacto ambiental oculto, amenazando la sostenibilidad del planeta?
El fútbol como el deporte más popular
Los fans abarcan 3.5 mil millones, casi la mitad de la población mundial, el fútbol ostenta el título del deporte más popular. No obstante, esta popularidad masiva también implica una huella de carbono significativa que afecta al medio ambiente. En un mundo cada vez más consciente de la sostenibilidad, es crucial analizar cómo el fútbol contribuye a las emisiones de CO2. Así como, qué medidas se están implementando para mitigar este impacto.
Desde la generación de emisiones en estadios hasta los desplazamientos de aficionados y equipos. También: la transmisión, el mercado multimillonario de productos relacionados y las comidas durante los días de partido. El fútbol tiene un impacto negativo en el clima del planeta.
La FIFA, entidad que regula las federaciones de fútbol a nivel global, estimó que las emisiones de la Copa Mundial de 2022 en Qatar alcanzarían aproximadamente 3.6 millones de toneladas. Esto porque fue promocionada como el primer torneo completamente neutro en carbono mediante compensaciones. Sin embargo, un regulador suizo dictaminó que las afirmaciones eran falsas y engañosas.
A menudo, las estimaciones de la huella de carbono del fútbol subestiman su impacto al no considerar actividades como la construcción de estadios. Los desplazamientos son identificados como la mayor contribución, representando el 61% de la huella de carbono de la Premier League inglesa en la temporada 2016-2017.
A pesar de las dificultades en el cálculo preciso de las emisiones, algunos clubes han adoptado medidas para reducir su huella de carbono. Por ejemplo, el club inglés Forest Green Rovers, reconocido como el más verde del mundo, ha optado por la energía renovable al 100%. Así como con prácticas sostenibles.
No obstante, a nivel global, falta un impulso masivo para descarbonizar el fútbol. Críticos abogan por estándares de informes de carbono y normas mínimas para responsabilizar a los clubes. Además, se señala la necesidad de poner límites al patrocinio de empresas de combustibles fósiles.
A pesar de los desafíos ambientales, la inmensa popularidad del fútbol ofrece una oportunidad real para educar y movilizar a las personas en la lucha contra el cambio climático. La iniciativa de la ONU, “Deporte para la Acción Climática”, insta a los signatarios a reducir emisiones y lograr el neto cero para 2040.
En última instancia, el fútbol se encuentra en una encrucijada ambiental que requiere equilibrar su expansión global y popularidad con la responsabilidad ambiental. La implementación de medidas sostenibles, la transparencia en los informes y la colaboración global son esenciales para que el fútbol no solo se mantenga vibrante en el campo, sino también en el compromiso ambiental.