OPINIÓN / POR GABRIELA ROCA *
Algunas veces me preguntan: ¿Cuánto me ha costado llegar al nivel profesional en el que estoy? Y cuando lo pienso, no puedo dejar de pensar en quién soy.
Soy madre, hija, hermana, esposa, abogada, guatemalteca y sobre todo mujer. Nací en el país de la Eterna Primavera, entre dos mares y volcanes, rodeada de color y de muchas personas que me cuidaron y guiaron mis pasos desde que llegué a esta tierra.
Mi nombre es Ana Gabriela Roca García, y soy la primera hija de una pareja de padres amoroso, que nos educaron, a mis dos hermanas menores y a mí para ser independientes. Tuve la bendición de ser educada también por unas mujeres maravillosas, las monjas Maryknoll, en el colegio Monte María, que fue para mí un lugar en el que aprendí que cada ser humano tiene una misión especial, un llamado, una vocación y que la vida es una oportunidad para encontrarla.
Siempre digo que hice lo que había que hacer, estudié y me gradué de abogada hace ya más de 20 años. La carrera de derecho es muy versátil, por eso pasé de trabajar en marcas, al litigio y luego a un área del derecho que jamás pensé pasaría a formar parte de mi vida y me apasionaría tanto.
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De mi incursión en el sector eléctrico
Estuve en el lugar correcto, en el momento correcto y con los mentores correctos. En 1999, se inició la discusión de la normativa que regiría la operación del sector eléctrico de Guatemala. Tuve el honor de participar en esas discusiones, en las que no había muchas mujeres, pero estuve acompañada de hombres que, por no tener mi profesión, se interesaban en asegurarse que lo que fuera escrito en la normativa tuviera sentido técnico y cumpliera con la fuerza legal necesaria, podría decirse, que se abrió un espacio para una joven, mujer, abogada, que aprendió una rama del derecho que no era muy conocida y que a partir de ese año ejercí con pasión.
Términos como megavatios hora, pérdidas nodales y diagramas unifilares, se convirtieron en palabras que formaban parte de mi día a día. Representé a empresas extranjeras y nacionales que confiaron en un nuevo marco regulatorio que abrió la oportunidad de inversión en la generación y distribución de energía eléctrica por parte del sector privado.
A partir del año 2000, llegaron a Guatemala grandes inversiones que hoy se encuentran operando como plantas de diferentes tecnologías, renovables y térmicas que han hecho de nuestro país un país independiente eléctricamente, y considerado como uno de los países con el sector eléctrico más diverso y estable de la región.
Puedo decir que fue retador, pero mi carrera como abogada experta en el sector eléctrico me permitió abrirme espacios y comprender muy bien “el negocio”. Pasé de ver mi carrera como un fin, y empecé a verla como un medio, un medio para lograr que los sueños se hicieran realidad, una carrera habilitadora, una carrera que me convirtió en parte del equipo del cliente, y los proyectos dejaron de ser los proyectos del cliente, se convirtieron en los míos.
Me casé hace 22 años y un par de años después nació Maria Gabriela, nuestra primera hija, y dos años y medio después llegó Jose Ignacio. Mi esposo siempre estuvo consciente que para mí el trabajo era parte esencial de mi vida, por lo que desde el primer día apoyó mi decisión de continuar trabajando. Era una decisión difícil que supuso contar con lo que yo denomino “mi tribu”. Mis papás nos ayudaron cuidando a los niños y siempre tuve apoyo maravilloso en mi casa con personas que ahora son nuestra familia.
Mis hijos crecieron muy cerca de mi carrera, y me esforcé mucho por balancear mi trabajo con mi rol de mamá y esposa, esto supuso trabajo nocturno, desarrollar capacidades casi sobre humanas de hacer un disfraz de jirafa y luego revisar un contrato de obra para una nueva planta de generación en Guatemala.
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El camino de una de las mujeres ejecutivas en Centroamérica
Entonces cuando me preguntan si ha sido difícil puedo decir que sí, pero ha sido maravilloso y esto se lo debo a:
- Tener una Tribu. Rodearme de gente que confía y cree en la importancia del trabajo y la realización profesional de una mujer. Mi esposo, mis papás, amigas incondicionales y muchas personas, incluyendo colegas y clientes.
- Ser Auténticamente Mujer. Durante algunos años pensé que emular capacidades más masculinas, y actuar con la frialdad que actúa un hombre me lograría un lugar en la mesa, pero me di cuenta rápidamente que para ocupar un lugar en la mesa era necesario desarrollar las capacidades que me hacen ser diferente al resto de personas en esa mesa. Así que dejé de ocultar mis sentimientos, obviamente con el balance necesario, puse al servicio de mis clientes y de mis compañeros, la capacidad de identificar conexiones, la capacidad de entender lo que la otra persona quiere, aunque no lo diga y muchas otras que pueden considerarse más femeninas que otras.
- Prepararme, comprender el negocio y aportar soluciones. No sé si como mujer ha sido necesario prepararme más, puede ser que no, pero lo que sí es cierto es que he tenido que prepararme mucho para los espacios que he logrado. Por ejemplo, cuando me invitaron a formar parte de la Junta Directiva del Administrador del Mercado Mayorista, el Operador del Sistema Eléctrico, comprendí que necesitaba prepararme, comprender qué era lo importante para hacer un buen papel allí y representar los intereses de los agentes que me habían elegido. También he trabajado mucho en comprender los negocios de los que fueron mis clientes, ¿qué es lo importante en este negocio? ¿en donde están los riesgos? Pero no quedarme allí, como una abogada que identifica los problemas sino buscar soluciones, y lograr los objetivos del negocio de forma segura.
- Abrirme a las oportunidades. Luego de trabajar 14 años en una firma que me dio muchas oportunidades, le dije sí a la oportunidad de formar mi firma con tres colegas que se convirtieron en amigos. Tuve miedo, pero supe que esta era una gran oportunidad de marcar mi estilo, de formar una empresa en la que podíamos hacer algo como lo que soñábamos, moderno, abierto, y que le abriera las puertas a gente joven, con ideas nuevas, y así funcionó. Hace un año decidí darle la oportunidad al cambio mas grande en mi carrera, y dejé el mundo de las firmas legales, me abrí al mundo de una industria maravillosa, la industria del Acero.
- Apoyar a, y apoyarme en, otras mujeres. Aunque muchas personas dicen que las mujeres no nos apoyamos entre nosotros, yo he tenido muchas mujeres a mi alrededor que me han abierto el camino, dando una mano para escalar. Las mujeres que hemos llegado a posiciones de toma de decisiones, tenemos la responsabilidad por abrir esas oportunidades que para nosotros fueron más difíciles, y no caer en la tentación de pensar que porque a nosotros nos costó les debería costar a ellas.
- Consistencia y disciplina. La carrera me ha demostrado que el éxito es el resultado de la consistencia, de hacer las cosas que tocan comprendiendo que el camino es largo y que los resultados se obtienen luego de un tiempo. La disciplina es para mí el secreto mejor guardado, cualquier cosa que nos proponemos y cumplimos como programado, se puede lograr. Puedo decir que lo comprobé por completo; hace tres años decidí hacer mi primer triatlón, y luego de plantearme ese reto, que nuevamente parecía una locura, inicié un entrenamiento que suponía muchas horas de ejercicio y de cosas nuevas en mi vida. Seguí al pie de la letra el entrenamiento y luego de algunos meses, crucé la primera meta de un medio Ironman, increíble, parecía imposible, pero lo logré, nuevamente con el apoyo de mi tribu, y la disciplina y la pasión que le he puesto a las cosas que hago.
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De mi incursión en el mundo del acero
Como mencioné, hace un año decidí unirme a la Corporación AG, como directora de Asuntos Corporativos y Sostenibilidad de una empresa con ya casi 70 años de operar en Guatemala y con presencia en varios países de Centroamérica. Este reto ha implicado comprender cómo la sostenibilidad es parte integral de los negocios y cómo solamente los negocios que la adopten como parte de su ADN podrán enfrentar esta nueva era cambiante y con oportunidades diversas. Formar parte de un equipo ejecutivo en el que ocupo la única silla femenina, me hizo reforzar mi compromiso con esto que me trajo hasta acá. En Corporación AG me he sentido incluida desde el primer día, y pareciera extraño en una industria en la que la presencia masculina es mayoritaria, pero el respeto por los colaboradores y la importancia de escuchar todas las opiniones y, sobre todo, un lugar en el que lo que importa es “agregar valor” y “transformar el presente, para construir el futuro que todos soñamos”. Debo seguir aprendiendo, esforzándome, confiando en mis capacidades.
El país de la eterna primavera tiene todavía una brecha muy grande en temas de inclusión y oportunidades, más del 40% de las mujeres indígenas están casadas antes de los 18 años. Ésta y otras realidades, me hacen comprometerme cada vez más con la necesidad de demostrar que la diversidad es un “buen negocio”, porque el mundo es diverso y será mejor en la medida en la que podamos tener en la mesa, en todas las mesas, a personas con diferentes opiniones, diferentes puntos de vista, diferentes experiencias de vida, puestas al servicio de un mismo propósito. Guatemala dista mucho de ser un país inclusivo, pero podemos decir que es más inclusivo hoy que cuando empecé mi carrera. Espero que Maria Gabriela, mi hija, crezca en un mundo más abierto e inclusivo y que todas las mujeres puedan alcanzar las cumbres que se propongan.
* Gabriela Roca es directora de Asuntos Corporativos y Sostenibilidad de Corporación AG.
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