OPINIÓN l Por Adrián Campos (*)
Los campos de batalla dejaron de ser un espacio donde únicamente los soldados luchan unos contra otros, ahora también se empieza a ver cómo los combates se llevan a cabo en el ciberespacio, siendo, quizá, una batalla más salvaje y capaz de generar una mayor cantidad de víctimas que una intervención militar. Se trata de la ciberguerra.
Un ejemplo de esto tuvo lugar horas antes del lanzamiento de la primera bomba rusa al territorio ucraniano. El Microsoft Threat Intelligence Center (MSTIC) detectó una gran ofensiva de ciberataques el mismo 24 de febrero de 2022, que iban dirigidos a acabar con toda la infraestructura de Ucrania.
Mediante una nueva arma, una bomba digital, cuyo nombre clave fue FoxBlade, se buscaba acabar con toda la data de los servicios públicos y financieros del país del Mar Negro, para así poder afectar a la población y, poco a poco, ir minando los ánimos de los ucranianos.
Bombas digitales a la reputación
Sin embargo, desde años antes la inteligencia militar rusa buscaba minar a las empresas y organismos ucranianos. En 2017 lanzaron un ataque cibernético, que afectó principalmente a las multinacionales de esa nación. ¿El costo? Difícil saberlo. Sin embargo, tribunales internacionales sentenciaron al pago de 1,400 millones de dólares a una empresa afectada.
Pero no solamente se trata de ataques que buscan penetrar sistemas; hoy los ciberataques se dan también en redes sociales. En el espacio digital, el objetivo no es acabar con la data o infraestructura tecnológica, en redes sociales se busca acabar con la reputación de gobiernos o gobernantes, tratando de crear una tendencia negativa que genere una mala imagen de ellos, votos en contra en un proceso electoral, o bien, inestabilidad.
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Ya es tan fuerte el impacto de estas prácticas en los conflictos bélicos, que los países se han visto obligados a tomar medidas que pueden resultar drásticas, que pueden ser económicas o físicas y, así, proteger su información.
Una de ellas es el Manuel Tallin, que la OTAN público hace casi 10 años, en el que queda establecido que se puede matar a los hackers en legítima defensa, pues de alguna manera están poniendo en riesgo la seguridad nacional al buscar transgredir los sistemas de un país.
Sí hay victimas que cuantificar
Creer que la ciberguerra no tiene víctimas mortales es tener una venda en los ojos, solamente trasladémonos a un escenario en el que hackers atacan el sistema eléctrico de un país para así poder afectar hospitales, sistemas de defensa, entre otros; simplemente con la falta de luz en hospitales pueden morir cientos de pacientes, ya sea por falta de atención, por falla en los respiradores o por que el área de urgencias deja de operar.
Es por eso que los países están obligados a tener un equipo de ciberseguridad, que no sea solamente reactivo, que vaya atendiendo las tendencias de ataques e ir creando un sistema de defensa, que basado en algoritmos pueda prevenir y saber qué vulnerabilidades, o hasta qué sistemas o dependencias de gobiernos son los que podrían tener más ataques, y así evitar pérdidas humanas que no necesariamente caerán muertas por una bala, pero si por un hacker.
*El autor es periodista especializado en tecnología.
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