OPINIÓN l Por Aurora Sofía Ávila Lozano (*)
Las enfermedades no transmisibles (ECNT), como hipertensión arterial, diabetes y cáncer, ocasionan el 71% de las muertes prematuras a nivel mundial. De éstas, el 85% ocurren en países de ingresos bajos y medianos, como los latinoamericanos.
Estas afecciones, a diferencia de las enfermedades contagiosas, no son ocasionadas por virus o bacterias, sino por una combinación de factores biopsicosociales (predisposición genética, estrés constante, dieta occidental, largas y/o múltiples jornadas laborales, salarios bajos, etc). Por el contrario, una alimentación balanceada y ejercicio regular, son esenciales en la prevención de una ECNT.
Una característica más de las ECNT es que suelen ser crónicas, por lo que las personas afectadas pueden vivir muchos años con la enfermedad. Y, aunque ésto puede sonar como una buena noticia, lo cierto es que si no hay un correcto manejo de su salud, la calidad de vida se va deteriorando año con año.
Impacto económico de las ECNT
Además de los evidentes problemas que acarrean a la salud física, las enfermedades no transmisibles son una enorme amenaza para el crecimiento económico y el desarrollo potencial de los países de América Latina y el Caribe.
Una de las principales problemáticas es que disminuyen sustancialmente la productividad: la presencia de síntomas puede ocasionar que la persona no se sienta plenamente capaz de ejecutar las funciones que demanda su trabajo; y esto, sumado a la asistencia a citas médicas (en los casos donde la persona tiene acceso a servicios de salud), incrementa el ausentismo.
Cabe señalar que la poca productividad es uno de los principales problemas de Latinoamérica. Países como México y Costa Rica registran más horas trabajadas (2.255 y 2.212), mientras que en otras regiones, países como España tienen una media de 1.695 horas por persona en activo, de acuerdo con el estudio “La productividad del trabajo y la conciliación laboral”, de EAE Business School.
Como se sabe, más horas trabajadas no necesariamente quiere decir una mayor productividad de las personas, por el contrario. Aunado a esto, el ausentismo por este tipo de enfermedades viene a impactar aún más de forma negativa en este indicador de desarrollo.
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De igual forma, las enfermedades no transmisibles implican gastos importantes en los servicios de salud (citas con médicos especialistas, adquisición de fármacos y otros tratamientos costosos), que suelen contribuir al empobrecimiento de las familias.
Posibles soluciones
Ante éste escenario, algunos países de latinoamérica han comenzado a ejecutar intervenciones destinadas a sensibilizar y orientar a las personas a tomar decisiones más saludables.
La experiencia de países líderes en materia de salud pública, demuestra que la difusión de información en materia de prevención no es suficiente para impulsar la adopción de hábitos saludables. Hace falta crear ambientes, que vuelvan la opción más saludable.
Para éste efecto, se deben priorizar las campañas mediáticas orientadas a reducir el consumo de alimentos ultraprocesados y habilitar lugares públicos para caminar y andar en bicicleta, por ejemplo.
Desafortunadamente, muchas de las ciudades de Latinoamérica no fueron planeadas para contar con este tipo de espacios, y aunque es difícil adaptarlos en entornos urbanos complejos, se pueden ganar a favor de la salud, como sucede en urbes como la Ciudad de Guatemala o la Ciudad de México, donde se cuentan con ciclovías permanentes o ciertos días de la semana.
(*) La autora es egresada de la carrera de Nutriología por la UNAM.
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